Por más que obtengamos aquellos placeres materiales y mundanos que ofrece el mundo, es menester desarrollar y despertar a los placeres espirituales, que surgen del silencio y la quietud, y de la contemplación y la sabiduría.
Los placeres terrenales son efímeros y están destinados a desaparecer, desintegrarse y cambiar, por lo tanto aferrarnos a su goce es causa de sufrimiento, lo que no quiere decir que éstos sean malos; disfrutar por ejemplo, de una taza de café o chocolate no es perjudicial per se, lo que es dañino son los excesos que traen apegos y adicción, y en esencia, los placeres mundanos tienen esta característica perjudicial, ya que en cualquier momento desaparecerán de nuestras manos, son transitorios, quedando la estela de la avidez en nuestra mente.
En cambio, los placeres espirituales son interminables, son capaces de liberarnos, son imperecederos e infinitamente mayores.
Éstos se sustentan en el amor como bondad, en el equilibrio de la templanza, en la profundidad de la meditación que sintoniza con la verdad de la transitoriedad de todo fenómeno, y a su vez, a través de la aceptación gradual de esta verdad, que surge la transformación de toda la experiencia de lo perecedero en algo natural, menos doloroso, donde la alegría de la presencia se establece paso a paso, más patente y viva, en tu interior.
Desarrolla en esta tierra, en esta vida, el desprendimiento consciente de aquello que es perecedero, es decir, los apegos a lo transitorio, medita y desarrolla comprensión, sabiduría, para despertar la templanza en ti, que te dará equilibrio ante la adversidad, la cual es característica de las cosas del mundo, y eleva tu mente y corazón a lo espiritual, a lo divino que está en ti, en lo profundo de tu corazón.
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Video: ¿Cuántos momentos estamos presentes?
Video: ¿Con qué alimentas tu mente?
Espero que este contenido te sea de mucho beneficio,
Con cariño,
Aarón